Entender los mecanismos ecológicos (incluyendo los factores bióticos, abióticos y/o estocásticos) que rigen el ensamblaje…
No es “bosque” todo lo que reluce
Recientemente se ha publicado en Science un estudio que evalúa la extensión de las zonas áridas, y en particular de sus bosques, a nivel global (The Global Dryland Assessment of Forests). Este trabajo, publicado por Jean-François Bastin y colabores, muestra cómo la extensión de los bosques de zonas áridas (a partir de ahora bosques secos por simplificación) ha sido subestimada en todos los trabajos publicados hasta la fecha, y reporta como el área que cubren estos bosques podría llegar a alcanzar los 1079 millones de hectáreas, lo que equivaldría a la superficie de bosque húmedo tropical a nivel global. Esto supondría una subestimación de entre el 40 y el 47% con respecto a las estimas previas, lo que implicaría la “aparición” súbita de 467 millones de hectáreas de bosque seco en el planeta.
La noticia tuvo un gran impacto mediático, y aparecieron varias noticias en donde se mostraban lustrosos bosques de baobabs que pareciera hubieran surgido de la nada como setas tras un día de lluvia.
¿Cómo es esto posible? Pues gracias a la tecnología de Google Earth y al trabajo minucioso de muchos grupos de trabajo repartidos por todo el planeta (y por ello la larga lista de autores de este artículo), que se han dedicado a analizar en detalle la friolera de 210.000 imágenes de Google Earth, cubriendo cada una de ellas una pequeña extensión de 0,5 hectáreas (o sea, 105.000 hectáreas o, lo que es lo mismo, 1050 km2). A partir de los resultados de estos análisis, se hacen extrapolaciones al total de las zonas áridas del planeta y… ¡voilà!
Cuando leímos este artículo por primera vez, varios colegas y yo nos quedamos impresionados por la novedad de los resultados, pero una lectura más detallada del mismo, nos hizo recaer en algunos detalles extraños. El mapa que muestran con la extensión de bosques secos tiene varias imprecisiones, entre ellas una gran mancha que cubre gran parte del área amazónica de Ecuador (por ejemplo, TODO el Yasuní) y parte de la de Perú, áreas donde hemos trabajado durante los últimos años. Se reportan bosques secos en las zonas de tundra de Europa y Norteamérica. Y, extrañamente, no aparecen las manchas de bosque seco del Pacífico Centroamericano … ¿Qué está pasando? El principal problema radica en que los autores del trabajo han utilizado como punto de partida para la delimitación de zonas áridas un mapa climático elaborado conjuntamente por el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas (UNEP) y el Centro Mundial de Monitoreo de la Conservación (WCMC) del año 1991. Este mapa, creado inicialmente con fines netamente operativos y administrativos, incluye como zonas áridas muchas zonas que no lo son. Este mapa nunca fue validado con trabajo de campo y/o expertos y, hasta donde nosotros sabemos, no ha sido utilizado en ningún otro trabajo científico, lo que cuando menos hace sospechar sobre su validez y utilidad. Adicionalmente, Bastin y colaboradores tampoco se han molestado en validar este mapa cruzándolo con el mapa de ecorregiones a nivel global.
Con estos antecedentes, varios colegas decidimos reelaborar el mapa de zonas áridas usando bases de datos climáticas actuales y siguiendo los mismos criterios que usaron los autores. Nuestro primera sorpresa fue que un 10% de las imágenes (22.000) que han usado los autores de este trabajo quedan realmente fuera de lo que serían las zonas áridas. Cuando cruzamos el mapa de Bastin y colaboradores con el mapa de ecoregiones, observamos que han sido incluidas como zonas áridas el 56% de los biomas de praderas inundables, el 10% de los bosques húmedos, el 23% de los manglares y el 51% de los bosques templados del mundo. Y de hecho, el 17% de las imágenes analizadas por los autores (35.000 de ellas) caen en biomas que claramente no son zonas áridas.
Y hay además un último problema en este trabajo, y es que los autores no han considerado los bosques secos estacionales, es decir, aquellos en donde la precipitación anual no es tan baja pero queda concentrada solamente en unos meses del año. Esta es la razón por la que en el mapa que generan faltan regiones muy importantes de bosque seco en Centroamérica y México, o el occidente del Sudeste Asiático (pero que sin duda no compensan las sobreestimaciones hechas al incluir como bosque seco regiones enteras en dónde difícilmente encontraríamos este tipo de biomas).
En definitiva, cuesta creer que realmente haya más bosque seco en el mundo del que ya se ha reportado en trabajos previos. Este tipo de ecosistemas, por estar típicamente en zonas humanizadas, ha sido sometido a mucha presión y deforestación, y constituyen, hoy por hoy, uno de los ecosistemas más amenazados del mundo. El trabajo de Bastin y colaboradores es imprudente al hacer este tipo de afirmaciones, porque además de ser falsas, estaría ofreciendo argumentos para reducir importancia al estado real de estos bosques en el mundo y por tanto no poner tanto énfasis en su conservación.
Para más información, consultar nuestra réplica en Science.
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